(Por Jose Antonio Domínguez Silgado) – Queridos compañeros, hoy quiero hablarles de un tema que, aunque muchos prefieren ignorar, es una realidad que nos afecta a todos: la infravaloración del vigilante de seguridad en el ámbito laboral. Somos la columna vertebral de la seguridad privada, el primer frente de defensa ante riesgos y amenazas, y sin embargo, con demasiada frecuencia, nuestro trabajo es subestimado, mal pagado y poco reconocido por las propias empresas que nos contratan. Este artículo no es solo una reflexión, sino un llamado a la conciencia y al respeto que merecemos.
El vigilante de seguridad: mucho más que un “uniforme”
En la mente de muchos, el vigilante de seguridad es simplemente “el que está en la puerta” o “el que mira cámaras”. Nada más lejos de la realidad. Nosotros somos profesionales capacitados, formados para prevenir incidentes, actuar en emergencias y garantizar la seguridad de personas, bienes e instalaciones. Nuestro trabajo requiere preparación física, mental y emocional, y sin embargo, rara vez se nos reconoce como lo que somos: expertos en seguridad.
Cada turno que cumplimos implica asumir responsabilidades enormes. Desde controlar accesos hasta responder ante intrusiones, incendios o situaciones de violencia, estamos siempre alerta. Somos los primeros en llegar y los últimos en irnos. Y aun así, ¿cuantas veces nos sentimos tratados como un recurso más, un número en una nómina, en lugar de como profesionales indispensables?.
La paradoja de la seguridad privada: nos necesitan, pero no nos valoran
Las empresas de seguridad privada existen porque hay una demanda de protección. Sin nosotros, sus negocios no podrían funcionar. Sin embargo, esta dependencia no se traduce en un trato justo. Muchos de nosotros enfrentamos condiciones laborales precarias: salarios bajos, horarios extenuantes, falta de equipamiento adecuado y, en muchos casos, nulas oportunidades de crecimiento profesional.
¿Cómo es posible que se nos exija tanto y se nos dé tan poco?. ¿Cómo es posible que se invierta en tecnología de vanguardia para las instalaciones que protegemos, pero se escatime en nuestra formación, nuestro bienestar y nuestra seguridad personal?. Esta es una paradoja que duele, porque refleja una falta de respeto hacia nuestro trabajo y hacia nosotros como personas.
El impacto emocional de ser invisibles
La infravaloración no solo afecta nuestra economía, sino también nuestra autoestima y nuestra salud mental. Cuando día tras día te sientes ignorado, cuando tus esfuerzos pasan desapercibidos y cuando te das cuenta de que tu empresa no te ve como un activo valioso, es inevitable sentir frustración, desmotivación e incluso burnout.
Compañeros, sé que muchos de ustedes han sentido esa sensación de impotencia al ver cómo se priorizan los intereses económicos de las empresas sobre nuestras necesidades básicas. Sé que han sentido esa indignación al ver cómo se nos exige profesionalismo mientras se nos niegan las herramientas para ejercerlo plenamente. Pero quiero que sepan que su trabajo tiene un valor incalculable, aunque no siempre sea reconocido.
Un llamado al cambio: por nosotros y por nuestra profesión
Es hora de que alcemos la voz, no desde la queja, sino desde la reivindicación profesional. Necesitamos que las empresas de seguridad privada entiendan que sin capital humano no hay seguridad posible. Necesitamos que inviertan en nosotros: en nuestra formación, en nuestro bienestar, en nuestro desarrollo. Necesitamos que nos traten con la dignidad que merecemos.
Pero este cambio no solo depende de ellos. También depende de nosotros. Debemos unirnos como gremio, exigir nuestros derechos y demostrar que somos profesionales capaces, comprometidos y esenciales. Debemos recordarles que la seguridad no es un gasto, es una inversión, y que nosotros somos parte fundamental de esa ecuación.
Conclusión: Somos más que un uniforme
Compañeros, quiero cerrar este artículo recordándoles algo que quizás muchos han olvidado: somos más que un uniforme. Somos personas con familias, sueños y aspiraciones. Somos profesionales que merecen respeto, reconocimiento y un trato justo. No permitamos que la infravaloración nos defina. Sigamos haciendo nuestro trabajo con orgullo, pero también exijamos lo que nos corresponde.
La seguridad privada no puede avanzar sin nosotros. Es hora de que las empresas lo entiendan. Es hora de que nos vean, nos escuchen y nos valoren. Porque sin vigilantes de seguridad, no hay seguridad que valga.