(Por SoySeguridadPrivada) – La semana pasada Vladimir Putin comenzaba una ofensiva militar a gran escala contra Ucrania. Viendo las desinformaciones dadas desde ambos bandos y alrededores, a día de hoy no sabemos realmente los motivos del estallido de violencia contra el pueblo Ucraniano. Lo que sabemos a ciencia cierta es que hay una guerra en la que están perdiendo los de siempre, la población. Este ataque ordenado por el mandatario ruso ha unido a Europa para cargar tintas al unísono contra Putin, implantándose una serie de sanciones sin precedentes contra Rusia, lo que afectará de lleno a la economía del país, y por lo tanto, lo tendrá que pagar la población rusa.
La interrupción de relaciones empresariales, económicas, y de libre comercio entre el viejo mundo y el imperio de los zares no va a traer nada bueno para ninguna de las partes implicadas. En este contexto de boicots está resistiendo por ahora el embite mundial contra Rusia el Museo Ruso de Málaga.
Este museo, que comenzó su andadura en 2015 custodiado y protegido por un equipo de vigilantes con experiencia y formación específica para tal fin, se ha convertido en uno de los museos culturales más importantes de la ciudad malagueña. Un museo que se ha centrado en acercar a Málaga el arte de los pintores rusos, algunos de los más importantes de la historia, siendo expuestas sus obras más emblemáticas en sus paredes para deleite de los amantes de la cultura, y siempre alejado de cualquier atisbo político. Simple y llanamente cultura, arte, y saber para disfrute del pueblo.
Las redes sociales han estallado contra la decisión del alcalde malagueño de mantener abierto el museo y de no cerrarlo para continuar con algo que comenzó siendo un altavoz cultural de divulgación del arte ruso y de sus artistas, y que a día de hoy se ha mantenido inamovible en su objetivo. Muchos han pedido el cierre de este museo. Algunos ni siquiera han puesto un pie en él para admirar la belleza de las obras que se exponen y de su significado totalmente alejado de la indigencia mental irracional y limitada de la que algunos hacen alarde últimamente.
Sobre este asunto cabe hacerse algunas preguntas: ¿Si se cierra el museo, quien se va ha hacer cargo de los Vigilantes de seguridad que despedirán, padres y madres de familia? ¿ O de los trabajadores que despedirán del equipo de gestión de visitantes? ¿Quién se va ha hacer cargo de las empleadas del equipo de limpieza, algunas con minusvalía y que tienen en el museo un trabajo digno? ¿O del equipo de mantenimiento, todos con cargas familiares también? Por cierto, en el Museo Ruso no hay ni un sólo ruso contratado. Los empleados son todos malagueños y dos ucranianos.
Decía Thomas Carlyle que no hay nada que moleste más a los tiranos que la cultura y el saber, ya que a través de estos dos medios el pueblo podría llegar a pensar por si sólo y hacer tambalear cualquiera de sus regímenes. Por eso los nazis y los comunistas prohibieron y quemaron libros el tiempo que duraron sus reinados de terror, y limitaron al pueblo el acceso a la cultura. Sólo se podía acceder a «su cultura».
Mientras escribo estas líneas me viene a la mente la sonrisa de la esposa de Chagall. Esposa que está pintada en un cuadro que se expone en esa colección. Sonrisa que me recuerda que en la vida hay que ser feliz, a pesar de que algunos te traten y se comporten como aquello que supuestamente odian.
(La autoría del texto es de uno de los trabajadores del Museo)