(Por Jose Antonio Domínguez Silgado) – Bueno, bueno, bueno… ¡que ya llega otra vez la negociación del Convenio de Seguridad Privada!. Ese evento mágico que se da cada ¿cuatro?, ¿cinco?, ¿siete vidas de gato?. Vamos, lo que viene siendo un eclipse solar pero con más estrés y menos romanticismo. La patronal, con sus corbatas apretadas y sus bolsillos flojos, se presenta diciendo: ‘Vamos a hablar de condiciones laborales.’ Sí, claro. Lo que pasa es que ‘condiciones’ para ellos es que el vigilante esté disponible 24/7, aprenda karate, tenga visión nocturna, hable tres idiomas y cobre menos que un Wi-Fi en huelga. Y luego están los sindicatos, que entran a la sala como si fueran a grabar una escena de ‘Juego de Tronos’: con la lista de demandas en una mano y el café en la otra. Porque claro, esto va para largo. Que no se diga que no se negocia bien… entre cafés, croissants y ‘ya lo vemos en la próxima reunión’.

¿Y nosotros? Los curritos, los vigilantes, los de la calle, los que aguantamos turnos eternos, cámaras sin descanso y clientes que no saben si somos humanos o decorado. Nosotros miramos desde fuera como si fuera una serie de Netflix. Capítulo 1: ‘Reunión de apertura’. Capítulo 2: ‘Discrepancias’. Capítulo 37: ‘No hay acuerdo’ y así más capítulos hasta cantar para ¡Bingo!. Y llega el fin de la temporada: ‘Se firma un acuerdo… que sabe a poco y duele mucho’. Y siempre es lo mismo. Que si subimos el salario un 2%.. en dos años. ¡Que la subida del pan es más rápida, señores! ¿Qué pasa, que los convenios los firman en el siglo IXX y los aplican en el siglo XXI?.

Pero, ojo, que aquí nadie es el bueno ni el malo. Esto es como una pelea de egos en cámara lenta. La patronal quiere ganar más pagando menos, y los sindicatos quieren pedir más sin romper del todo la baraja… porque si se rompe, toca volver a empezar y uff… ¡qué pereza dar el primer paso sin una rueda de prensa!. ¿Y el convenio?. Ese debería ser como un chaleco antibalas para todos. Que proteja, que aguante los golpes, que no esté caducado. Pero claro, cuando uno no quiere ceder y el otro no quiere aflojar, lo único que se firma es la resignación colectiva.
¿Y si hacemos algo distinto?. ¿Y si, por una vez, las dos partes se quitan el disfraz, se sientan sin teatro.
💡 ¿Y si por una vez no se tratara de ver quién cede más, sino de hacer un trueque inteligente?
👉 Tú me das mejores condiciones,
👉 Yo acepto márgenes razonables.
👉 Tú reconoces el valor humano,
👉 Yo me comprometo a la excelencia en el servicio.
🤝 Un convenio no es solo un papel. Es un pacto de respeto.
¡Y ASÍ TODOS GANAMOS!
Porque al final, no se trata de firmar un papel… se trata de firmar respeto mutuo. Y eso, colegas, vale más que mil dietas y tres subidas del IPC. Y si no… siempre nos quedará la próxima negociación. Dentro de otros cinco años… cuando vuelva a pasar el cometa Halley.
