(Por J.Sebastian Valverde) – Desde mi primer día en el servicio, sentí una chispa de ilusión. El Responsable de Seguridad me recibió con amabilidad y me prometió respaldo si hacía bien mi trabajo. La formación fue completa y el trato con los compañeros, cordial. Cada día me esforzaba por ofrecer lo mejor de mí, esperando que mi dedicación fuera reconocida.
La rutina se hizo familiar y la relación con los empleados del cliente era amigable. Sin embargo, todo cambió con la llegada de un nuevo Responsable de Seguridad sin experiencia y se unió a la ineptitud del Responsable de Equipo. Las directrices se volvieron imprecisas y la comunicación, problemática. La profesionalidad que antes predominaba se desmoronó.
A pesar de mi esfuerzo continuo, el reconocimiento y respeto se evaporaron. La empresa, que antes era comprensiva, se volvió distante e indiferente. El cliente, que en su momento valoró mi trabajo, no entendió mi salida y exigió mi despido urgente. La relación cordial se enfrió rápidamente.
El ambiente positivo que había experimentado no fue suficiente para protegerme en el momento crucial. Aprendí una dura lección: somos meros números en el gran esquema del negocio. Tanto la empresa como el cliente priorizan costos y beneficios sobre el esfuerzo individual. El buen ambiente no nos salva cuando surge un problema; al final, el reconocimiento y el apoyo pueden desaparecer tan rápido como llegaron.
Mi consejo es claro: trabaja con dedicación y profesionalidad, pero no esperes reconocimiento. Desconecta al final del turno y disfruta de tu tiempo libre. En este entorno, lo más importante es mantener tu dignidad intacta y buscar tu propio crecimiento. Recuerda, al final del día, somos solo instrumentos en el gran engranaje del negocio.
J.Sebastian Valverde es Profesional de Seguridad Privada | Director de Seguridad | Jefe de Seguridad | Vigilante de Seguridad | Vigilante de Explosivos | Escolta Privado | Redactor textos personalizados y planes de empresa iniciales.
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