(Por Vigilante Enfurecido) – Mis queridos gorrioncillos de la seguridad privada, que dice un señoro de cierta empresa de seguridad, famosa por sus tejemanejes y triquiñuelas, que en España necesitamos 10.000 vigilantes adicionales para proteger infraestructuras críticas. Lo dice un “experto” de corbata, uno de esos perfiles sin experiencia real en seguridad privada, que salen de debajo de una piedra cada vez que el sector necesita un salvador con traje caro y cero noches en una garita. ¿10.000 más?. Estupendo. Así podremos repartir mejor las horas extras impagadas, los derechos laborales inexistentes y los sindicalistas subvencionados. Porque, total, ¿qué es lo que falta en la seguridad privada?. Exacto: vigilantes. Y, sobre todo, dignidad.

Lo de los expertos de despacho es un espectáculo digno de prime time. Sueltan cifras como el que canta el bingo: “¡Diez mil más, que me lo quitan de las manos!”. Y lo sueltan con una seriedad que parece que han descubierto la fórmula de la Coca-Cola. La diferencia es que mientras ellos juegan con números, el vigilante real juega con la salud mental, la espalda destrozada y la ansiedad de turnos eternos. Pero oye, la cifra queda preciosa en un titular. El sector de la seguridad privada está lleno de personajes de manual: trepas de pasillo y sin curriculum que han hecho carrera sancionando hacia abajo y adulando hacia arriba. Nunca han puesto el cuerpo en un servicio real, pero saben mucho de powerpoints, informes y entrevistas. Son como los influencers del sector: postureo, humo y mucha palabra vacía. La receta es siempre la misma: Paso 1: vigilar a los vigilantes. Paso 2: repartir sanciones como si fueran flyers. Paso 3: venderte un discurso épico sobre la seguridad nacional. Resultado: ascenso asegurado y currito triturado.

Vamos a ser cínicos: ¿qué pasa si metemos 10.000 vigilantes más en este corral?. Pues nada nuevo bajo el sol: Más contratos basura. Más licitaciones a la baja. Más empresas peleando por pagar menos. Más vigilantes quemados que pierden el sentido del tiempo y su realidad en la garita. Porque aquí el problema no es la cantidad, es la calidad. No faltan vigilantes: lo que falta es que alguien, algún día, tenga las narices de poner condiciones dignas sobre la mesa. Hasta entonces, 10.000 más solo significa 10.000 ilusiones rotas en uniforme azul.

Cuando se habla de “infraestructuras críticas” parece que estamos en una peli de 007: centrales nucleares, aeropuertos internacionales, puertos gigantescos. Y sí, todo eso existe. Pero también existe la otra cara: Garitas en mitad de un polígono donde pasa un camión cada tres horas. Hospitales comarcales donde eres invisible hasta que toca sacar a un borracho a patadas. Centrales eléctricas en medio de la nada donde lo más crítico es no congelarse de madrugada. Y sin pluses. Sueldo base pelado pero con 80 horas extra… al mes.

Eso no sale en las entrevistas, claro. No luce. Lo que vende es decir “España necesita reforzar la seguridad de sus infraestructuras críticas”. Lo que hay detrás es un ejército de curritos con ansiedad y un sueldo que da risa. La seguridad en este país no necesita 10.000 vigilantes más. Lo que necesita es: 10.000 razones para quedarse y no largarse. 10.000 contratos que no sean basura. 10.000 jefes que no trepen pisándote el cuello. Y, puestos a pedir, 10.000 cafés gratis que no provoquen ulcera de estomago. Pero eso no lo dirá nunca un experto de corbata. No queda bien en los titulares.

A todos esos que sueltan cifras como si estuvieran repartiendo caramelos, una propuesta humilde: pónganse el uniforme. Doce horitas en un turno de noche en un polígono, un hospital o un aeropuerto. Un mes nada más. Sin corbata, sin despacho, sin entrevistas. Luego ya hablamos de si hacen falta 10.000 más. O si lo que hace falta son menos discursos vacíos y más botas pisando barro de verdad. Porque la seguridad de este país no se sostiene con “expertos” jugando a ser estrategas. Se sostiene con miles de vigilantes que, con sueldos de chiste y condiciones tercermundistas, siguen ahí cada día, haciendo lo que los discursos nunca harán: proteger de verdad.
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